Arriba: Angélica Gavaldón hablando en una celebración del Mes de la Herencia Hispana con USTA Southern California.
En medio: Midori Castillo Meza, Angélica Gavaldón y Daniela Borruel.
Abajo: Angel Lopez, Angélica Gavaldón y Esther Hendershott.
Arriba: Angélica Gavaldón hablando en una celebración del Mes de la Herencia Hispana con USTA Southern California.
Abajo: Midori Castillo Meza, Angélica Gavaldón y Daniela Borruel.
A los seis años, en 1981, Angélica Gavaldón se sentó absorta frente al televisor, cautivada por la pelea de titanes en la final individual femenina de Wimbledon entre Chris Evert y Hana Mandlikova. El estruendo de cada saque, los golpes rítmicos de la raqueta contra la pelota, y la elegante pero feroz intensidad de las jugadoras se grabaron en su imaginación. Dirigiéndose a su padre, Sergio, con determinación en la mirada, susurró con firmeza: “Algún día, estaré ahí fuera, jugando contra ellas en Wimbledon.”
Una década después, a los 16 años, Gavaldón cumplió su promesa entrando al campo del All-England Club; realizando su sueño, compitiendo en el cuadro principal contra algunas de las mejores jugadoras de la WTA del mundo, con la influencia de una familia profundamente arraigada en el tenis y la pasión por el deporte que le transmitió su padre.
“Es muy importante para mí seguir los pasos de mi padre, ya que fue fundamental en iniciar a muchos en el tenis de donde vengo”, dijo Gavaldón. Hoy, ella continúa con esa pasión, enseñando a los niños el deporte que ha amado desde niña, compartiendo sus habilidades, experiencia y las lecciones que aprendió durante una vida dedicada al tenis.
Nacida en El Centro, al norte de la frontera entre Estados Unidos y México, Gavaldón creció en Tijuana, donde aprendió a jugar al tenis en el Club Britania Tijuana y el Club Campestre, Tijuana. Su madre fue su primera entrenadora, e instantáneamente Angélica se enamoró del deporte. Ella pasó su infancia acompañando a sus padres y hermanos, disfrutando del juego y compitiendo desde pequeña. A los ocho años, jugó su primer torneo internacional, perdiendo la final de individuales contra Mónica Seles, pero ganando dobles junto a ella.
“Mi padre falleció hace seis años, y estuvo muy, muy, involucrado con el tenis tanto en México como en San Diego durante muchos años. Como empresario exitoso, pudo patrocinar y donar gran parte de su tiempo y dinero porque amaba mucho el tenis”, reflexionó Gavaldón.
A los 12 años, su familia se mudó a San Diego para que ella y sus hermanos pudieran competir en los torneos de tenis del sur de California. Ella pasaba los fines de semana en el Hotel Del Coronado o viajaba a competencias locales. Con esfuerzo, Angélica ascendió al número uno del sur de California y a estar entre las tres mejores del país. Ella asistió a la Academia de Nuestra Señora de la Paz, donde ganó títulos de la CIF en su primer y segundo año. A los 14 años, jugó su primer torneo profesional en San Diego, donde derrotó a la jugadora número 80 del mundo. A los 16, llegó a cuartos de final del Abierto de Australia, un logro que la motivó a convertirse en profesional y representante de México.
El rápido ascenso de Gavaldón al circuito profesional no estuvo exento de desafíos.
“Honestamente, creo que los desafíos que enfrenté al principio se debieron a que tuve éxito a una edad muy temprana”, dijo Angélica. “Los resultados llegaron muy rápido, y siento que hay mucha presión en el circuito. Creo que para mí, simplemente fue lidiar con muchas expectativas y sentir mucho estrés. Muchas jugadoras han hablado de depresión y ansiedad, y es muy real, yo lo viví, pero no es algo de lo que se habla”.
Entre sus momentos de mayor orgullo, Gavaldón, a menudo llamada “la mejor tenista mexicana de todos los tiempos”, sorprendió al mundo del tenis en múltiples ocasiones. A los 16 años, saltó a la fama como una joven prodigio cuando viajó a Australia para competir en el torneo juvenil y clasificar para el torneo femenino. En 1990, sorprendió a sus fans al derrotar a la bicampeona del Abierto de Australia, Hana Mandlikova, para alcanzar los cuartos de final, una hazaña notable que repetiría cinco años después contra la número 3, Jana Novotna. A lo largo de sus 13 años de carrera en la WTA, también representó a México en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y Atlanta 1996, tomando su lugar como la tenista mexicana con mayor cantidad de logros.
Después de retirarse, Gavaldón siguió vinculada al tenis a través de la televisión, clínicas y partidos de exhibición. Desde 2002, ella dirige un programa de tenis en Coronado bajo la dirección de Joel Myers en el Centro de Tenis de Coronado. Dirigiendo programas extracurriculares y clínicas comunitarias, Angélica lleva la alegría del deporte a niños y adultos cerca de su residencia en Coronado Cays.
“Trabajo con muchos niños y realizó muchos programas extracurriculares”, dijo Gavaldón. “Me he enamorado de la enseñanza. Instalo una red en el asfalto de las escuelas y a los niños les encanta”.
Uno de los trabajos más gratificantes para Angélica proviene de las clínicas semanales que imparte para niños en escuela privada de Tijuana, donde ha sido testigo de la misma chispa en los niños que la atrajo al tenis.
Gavaldón también ha podido transmitir sus conocimientos y experiencias a estrellas mexicanas emergentes, como Renata Zarazúa, la actual número 1 de la WTA de México. Basándose en su propia experiencia, Gavaldón se ha centrado en ayudar a Zarazúa a desarrollar su fortaleza mental y resiliencia, guiándola durante las presiones del circuito profesional. Su trabajo conjunto dio frutos cuando Zarazúa derrotó a la campeona del Abierto de Australia de este año y cabeza de serie número 6, Madison Keys, en la primera ronda del Abierto de Estados Unidos. Fue una victoria histórica, ya que Zarazúa se convirtió en la primera mujer mexicana en vencer a una oponente del Top 10 en un Grand Slam desde que Gavaldón logró la hazaña en 1995 al vencer a la número 3, Jana Novotna, en Australia.
Actualmente Zarazúa ocupa el puesto número 79 del mundo, con su ranking más alto siendo número 51 en 2024. Gavaldón aún posee el récord del ranking WTA más alto alcanzado por una jugadora mexicana, el número 34.
“He estado asesorando a Renata, principalmente en el aspecto mental del juego, pues creo que es el más difícil a ese nivel”, dijo Gavaldón. “Mi principal desafío fue el aspecto mental”.
Gavaldón también está en contacto con su exalumna Midori Castillo Meza, recién graduada de la Universidad de Arizona y excampeona nacional júnior, quien ahora está en su temporada de novata en el circuito profesional. Gavaldón comenta que Midori y su hermana Naomi le recordaban mucho a sí misma.
“Llegaron a mí prácticamente como principiantes”, recordó Gavaldón. “¡Dios mío, eran muy enérgicas y muy trabajadoras, disciplinadas y decididas! Midori es una de las estudiantes más trabajadoras que he tenido”.
En su último año de preparatoria, Midori le preguntó a Gavaldón sobre la decisión de ir a la universidad o convertirse en profesional. Gavaldón fue concreta en su consejo, y Midori lo siguió, inscribiéndose para jugar con los Wildcats. “Le dije: ve a la universidad, no pierdas la oportunidad de obtener tu educación, porque sabrás que la tienes y aún puedes ser profesional sin que la universidad te lo impida”.
Frecuentemente, a Gavaldón le plantean la pregunta: ¿Por qué un lugar como San Diego ha producido múltiples campeones de Grand Slam y ha disfrutado de tanto éxito en el tenis profesional a lo largo de los años, mientras que a pocos kilómetros al sur, al otro lado de la frontera, en Tijuana y más allá, no se ha visto el mismo nivel de logros? ¿Por qué nunca ha habido un campeón, ni siquiera un jugador, que haya llegado al top 30 mundial?
Ella misma se ha planteado esto a menudo, señalando las diferencias culturales, la accesibilidad y la importancia de la convicción personal.
“No se puede culpar a las circunstancias”, dijo. “Sí, son reales, pero si observas a las personas que triunfan, ellas ven más allá de todos los límites. Mira a las hermanas Williams, son el ejemplo perfecto”. Gavaldón enfatizó que no se puede culpar a una federación ni poner excusas; a menudo hay que mirar hacia dentro de uno mismo y cultivar la creencia de que se puede llegar a ser un campeón.
Gavaldón continuó: “Creo que México es un país que no tiene una cultura en donde el deporte sea tan importante como en Estados Unidos, y eso me parece muy triste. En México, el tenis se considera un deporte exclusivo de los ricos y es muy caro porque hay que pertenecer a un club de campo. El tenis simplemente no es una prioridad como lo es el fútbol”.
A través de su trabajo como mentora, maestra y oradora, Gavaldón ha participado en varios eventos de la Herencia Hispana a lo largo de los años, inspirando y contribuyendo a la comunidad. “Siempre apoyó mucho mi cultura y veo a mucha gente que crece sin las mismas oportunidades que yo”, observó. “Siempre sentí que mis resultados en el tenis me abrieron muchas puertas. Ahora, quiero corresponder a la comunidad latina e hispana que necesita apoyo y reconocimiento. Creo que hemos logrado cosas increíbles y hay mucho talento y potencial. Solo espero poder apoyar y participar en todo lo que pueda”.
De soñar con Wimbledon en su infancia a forjar el futuro de jóvenes jugadores en Tijuana y el sur de California, Angélica Gavaldón encarna la pasión, la perseverancia y la generosidad. Representando a México a nivel mundial y ahora enseñando a la próxima generación, su trayectoria celebra la herencia hispana, la influencia familiar y el deporte que ama, una historia que sigue inspirando.
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